Hola a todos!!
Agosto va tocando a su fin, otro verano que se acaba.
¿Lo atesoraréis como uno de los larguísimos y azules veranos de vuestra infancia? A la vuelta de la esquina están la vuelta al trabajo, al colegio, la vendimia... Y eso es lo que os traigo hoy, para que aprendáis a vivir en un eterno verano al sol, que decía la canción. Vamos a hablar de Todos los veranos del mundo, de Mónica Gutiérrez. El libro cuya portada ya levanta el ánimo está editado por Roca Editorial en tapa blanda y tiene 204 páginas.
Helena vive pendiente del reloj, de sus trajes oscuros de abogada, de sus calcetines negros que le aportan sobriedad, profesionalidad. De sus tirantes moños de competitiva solvencia legal. De su distante novio, el juez Dredd (perdón, Jofre) con el que va a casarse en breve. Todo está organizado, todo en su sitio, no hay nada fuera de lugar, su vida es metódica, rutinaria, sin sobresaltos, sin colores. Y ella piensa que está bien.
Lo que no está tan bien es llegar a la casa de tu niñez, donde fuiste tan feliz, y ver que tu madre la ha convertido en una especie de academia rural de cocina para pijos. Con un hada sonriente que la recibe al llegar y que cuando no está en el mostrador de recepción debe andar por cualquier convención de hadas, junto a Campanilla y las demás. Eso haría a cualquiera sentirse fuera de lugar, más aún si te cruzas con un completo extraño, el señor "Eduardo Mendoza" que con un aire perdido y despistado se pasea por toda la parte privada de la academia que es de la familia. Si para colmo llevas mucho tiempo sin pasar las vacaciones con tu familia, y piensas que no sabes como lo aguantarás y que no te prestan la suficiente atención tendremos el verano completo.
No está bien que tu madre haya seguido adelante y haya modificado la casa de tu infancia sin consultarte ¿sin consultarte? ¿O es que no estabas pendiente de tu familia...? No está bien que vayas a casarte al final del verano y no tengas vestido de novia... ¿pero qué es peor, no tenerlo o que nadie te haya preguntado por el? No está bien que tu hermana Silvia, la activista de Greenpeace haya llegado con el hacha en alto, dispuesta a soltar hachazos a diestro y siniestro. No está bien que llegue también tu hermano Xavier, el famoso escritor, con tus dos sobrinos Anna, de 12 años y Miquel de 6 y que se esté separando de su mujer. Además, no sabes como tratar a los niños. ¿Y sabéis que más no esta bien? No está bien que vayas a comprar unas flores y un vikingo de dos metros te quiera cobrar mucho más que a otros clientes, te amedrante y te haga llorar en la floristería...
Y lo peor de todo, no está bien que su padre no esté. Que los dejara solos a su mujer y a sus hijos, él, que era el que daba los abrazos, los besos, el cariño y la comprensión y que lo llenaba todo de alegría y de energía, de buenos olores como los que traía siempre que venia de su fábrica de galletas. Aún lo pueden oler, a limón y canela...
No, definitivamente no está bien. Nada está bien. Parece que no todo está tan en su lugar ni tan controlado en la vida de nuestra Helena como ella pensaba.
Para compensar, el universo a veces también hace cosas buenas. Por ejemplo, han abierto una nueva librería en el pueblo, "La biblioteca voladora". El propietario es el ratonil, educado y british señor Strenge. Que además de tener siempre una buena conversación literaria esperando, la acompaña del té (un fuerte y aromático Earl Grey sin azúcar y con una nube de leche) y de unos bollos "delicious". Están Antonio y Milagros, que regentan el bar del pueblo, y que la conocen de toda la vida y llevan tanto tiempo juntos que hasta se parecen físicamente. Y además está Marc. Su compañero de juegos de todos los veranos de su infancia, Marc, que la cogía de la mano para perderse entre las calles, riachuelos y escondrijos de Serralles, para ser felices, para volar, Marc que la llama Wendy...
Todos los veranos del mundo es una novela de lectura rápida, pero creedme, querréis hacerla durar. Los capítulos son cortos y llenos de sentimientos y emociones, hay de todos, buenos y malos, lo normal en la vida. Hablando de vida, la de Helena llega al pueblo hecha unos zorros por muchos motivos y página a página iremos viendo como las diversas piezas del puzle van encajando y vuelve a encontrarse poco a poco. El género es feelgood, y francamente, se agradece un libro así de cuando en cuando, sobre todo cuando se lee tanta novela negra, es una forma de respirar aire fresco, reconciliarse con la vida y cargar las pilas de cara al nuevo curso que comienza, como siempre, después de cada verano. El que éste haya sido uno de los que se atesoran o de los que se olvidan ha estado en vuestra mano de un modo u otro.
TODOS LOS VERANOS DEL MUNDO, NUEVE.
PD: Si un vikingo te regala flores, es que no es Thor...